Solo Tú /Paulo Setúbal

A todas las que me besaron, A todas las que me abrasaron, no las recuerdo mas... Son tantas las que me amaron, son tantas las que yo ame. Pero tú, que cruel contraste! tú, que jamas me besaste, tú a quien jamás abracé, Sólo tú en esta alma quedaste, de todas las que yo ame. “Solo Tú” /Paulo Setúbal.

OTROS TEXTOS QUE ME GUSTAN



La máscara y el poema: breve nota sobre la poesía de Alejandra Pizarnik

Uno es el nombre, Alejandra Pizarnik, conocido en el ámbito de la lengua española. Otro, el conjunto de una obra dispersa, publicada en breves volúmenes que nunca se reeditaron. La poesía de Alejandra Pizarnik es la secreta posesión de unos cuantos lectores que supieron ver en ella una de las voces más personales de la poesía escrita en nuestra lengua. Por cierto, entre esos lectores devotos estuvo Alfonso Reyes, a quien Alejandra Pizarnik envió un ejemplar dedicado de La última inocencia. 
Alejandra Pizarnik casi no tuvo biografía. Los datos más importantes de su vida están en sus libros. Nació en Buenos Aires, Argentina, en el año de 1939. En la Facultad de Filosofía y Letras inició la carrera de filosofía, en el año de 1954. Después optó por el estudio de las letras, que abandonó también. Se interesó por la pintura e hizo estudios con Juan Batlle Planas. Vivió en París durante cuatro años. Allí pro­fundizó en la lectura de Lautréamont, Artaud y los surrealistas. Su vida estuvo marcada por un exilio interno. Había en Alejandra una fragilidad que la ponía en riesgo de sucumbir ante los embates de una feroz realidad. Su poesía es la búsqueda de una identidad, de una afirmación que le concediera sentido al caos existencial en que se debatía.
Dos grandes poetas de nuestro continente nos señalaron la importancia de su poesía: Octavio Paz y Enrique Molina. Octavio Paz dejó constancia de su interés por Alejandra Pizarnik al prologar el libroÁrbol de Diana. Paz describe el árbol de Diana desde el punto de vista de la química, la botánica, la mitología, la heráldica y la física. Químicamente, la poesía de Pizarnik es una “cristalización verbal por amalgama de insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de realidad sometida a las más altas temperaturas. El producto no contiene una sola partícula de mentira”. Los poemas de Pizarnik son breves, de una concentración que calcina a la realidad y a la palabra. Esa intensidad de nombrar, de borrarse tras el poema, de desnudarse ante el lenguaje, entusiasmó a Enrique Molina que dijo: (Alejandra) “sale indemne de esas acechanzas que consisten en abrir las puertas del poema a notaciones de mero valor informativo, destinadas a recrear un latido o un instante, en el sentido en que entiendo la poesía, como una transmutación de una realidad inmediata y circunstancial a un plano de revelación”.
La cualidad más notable de los versos de Alejandra Pizarnik es la tensión a la que somete las palabras, esa tensión deriva de una intensidad poética quemante. Lucidez para mirar dentro de sí misma, lucidez para advertir los signos de un mundo amenazante, lucidez para elegir la palabra exacta y su contorno. La poesía es una máscara que nos defiende, nos presta identidad y nos revela el lado oscuro de la vida. El poema es un espejo, la única vía de acceso al mundo interior: Y qué es lo que vas a decir/ voy a decir solamente algo/ y qué es lo que vas a hacer/ voy a ocultarme en el lenguaje/ y por qué/ tengo miedo. Para Pizarnik el lenguaje tiene una doble función: es revelación pero también es ocultamiento. La máscara y el poema. El mundo sensible de Pizarnik participa de un agudo conflicto: los elementos de la realidad son inasibles. El poema sólo rescata algunos fragmentos que expresan un yo fragmentado. Quizá por ello Alejandra Pizarnik buscó la concentración, elaborar con esencias los símbolos que expresaran su drama personal. En una ocasión comentó sobre su “método” para escribir poemas: “cada día son más breves mis poemas: pequeños fuegos para quien anduvo perdida en los extraños (...). Me concentro mucho tiempo en un sólo poema. Y lo hago de una manera que recuerda, tal vez, el gesto de los artistas plásticos: adhiero la hoja de papel a un muro y la contemplo: cambio palabras, suprimo versos. A veces al suprimir una palabra imagino otra en su lugar, pero sin saber aún su nombre. Entonces a la espera de la palabra deseada, hago en su vacío un dibujo que la alude. Y este dibujo es como un llamado ritual”. A veces ese vacío es la mención de un silencio. El poema también está hecho de silencio. La alusión sólo dibuja el perfil de lo que se nombra. El deseo de la palabra se realiza desde la soledad: poseer la palabra para desentrañar lo que somos. En el otro polo, la palabra del deseo cimenta su visión del mundo. El terror, el miedo, la muerte, son enfrentados con una fragilidad que al final hará sucumbir a la autora. Acaso para ella haya sido insalvable la distancia entre la realidad y la palabra. En la batalla desiciva de su drama interior se impuso la victoria de la muerte, una obsesión que recorre toda su poesía. En una ocasión Alejandra Pizarnik escribió: La muerte siempre al lado./ Escucho su decir./ Sólo me oigo. Versos que se complementan con los siguientes: alguna vez/ alguna vez/ me iré sin quedarme/ me iré como quien se va. El 25 de septiembre de 1972 dejó de existir Alejandra Pizarnik. Se quitó la vida, es decir, se suicidó: mariposa atravesada por el alfiler incandescente de la realidad y el deseo / Miguel Angel Flores

NOTA: Alejandra Pizarnik escribió los siguientes libros de poemas: La tierra más lejana. Buenos Aires, Ediciones Botella al mar, 1955; La última inocencia. Buenos Aires, Ediciones poesía, 1956; Las aventuras perdidas. (1958) [no hay datos sobre su pie de imprenta]; Árbol de Diana. Buenos Aires, Sur, 1962; Los trabajos y las noches. Buenos Aires, Sudamericana, 1965; Extracción de la piedra de la locura. Buenos Aires, Sudamericana, 1968; Nombres y figuras. Barcelona, Ediciones La Esquina, 1969; El infierno musical. Buenos Aires, Siglo XXI, 1971. La editorial Sudamericana ha anunciado su intención de publicar la obra completa de Alejandra Pizarnik. Si consideramos la pésima distribución de la editorial y sus altos costos de producción y distribución, no es difícil inferir que el libro tendrá una circulación muy reducida y no será una gran contribución al conocimiento de la poesía de Alejandra Pizarnik en México. Este Material de Lectura sólo quiere ser una aproximación al mundo poético de Alejandra Pizarnik y lo anima el propósito de difundir un conjunto representativo de su obra /Poesía moderna No. 93, pág 2 de 56 cc
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=194&limitstart=1

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ALZAR EL VUELO: LA MEDIOCRIDAD COMO JAULA(Palabras, música, video) – Si es triste ver a un pájaro enjaulado, igual de triste es cuando vemos a una persona (aunque seamos nosotros mismos!) enjaulada en la trampa de la mediocridad. Cada uno
de nosotros,-humanitos, pequeños-, somos un experimento único de la vida. Nacer para ejercer alas y quedarnos, en cambio, rastreros... es algo tan doloroso!

De qué depende que alguien se despliegue o no? Curiosamente, no de sus condiciones externas: hay personas con circunstancias facilitadas que se duermen en la más llana hipnosis colectiva... y hay quienes en contextos de opresión, dolor, reclusión, exclusión, dificultad cotidiana, impedimento físico o de otros órdenes... simplemente TIENEN VUELO (y hacen volar a otros, como Juan Salvador Gaviota!).
Vuelvo a preguntarme: de qué depende? Me respondo: DE LA ACTITUD. “Nada puede hacerse”, “el mundo está corrupto”, “todo está cada vez peor”, “si no fuera por mi historia, entonces sí podría”, “si tuviera más tiempo...”... Si tenemos un fundamento de vida basado en este tipo de pensamientos, busquemos un recipiente pequeño, pongámosle agüita, y quedémonos achicaditos en nuestra jaula a ver cómo “todo es un desastre, y nada puede hacerse”. Si, en cambio, nos decimos a nosotros mismos lo que se dijo Juan Salvador cuando quedó lastimado y solo sobre una maderita en medio del mar... despleguemos las alas y, junto con él, gritémonos: “ESTÁ EN MÍ!! DEPENDE DE MÍ!!”.

Quienes quieran escuchar una canción de Silvio Rodríguez (una de las más hermosas, para mí), podrán hacerlo clickeando este link (se las convido!): http://youtu.be/UsLKyYa2nfgUna verdadera respuesta sobre este tema. (Quienes quieran ver un tramo de la película “Juan Salvador Gaviota”, basada en el libro, podrán encontrar en el siguiente link diálogos muy fecundos... y ese fragmento termina con la escena que les cité, justito antes de que se largue a volar. Es un film conmovedor, sin trucos cinematográficos. Vale la pena verlo completo, y está en Youtube):http://youtu.be/6L12js2GCyE

Virginia Gawel
http://www.facebook.com/virginia.gawel.dos

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Roque Dalton

(San Salvador, 1935 - cerca de Quezaltepeque, 1975) Poeta salvadoreño cuya obra, de estilo coloquial y socialmente comprometida, fue partícipe de la renovación de la lírica latinoamericana de la década de 1960. Nacido en la popular barriada de San José de la capital salvadoreña, el joven Roque Dalton cursó sus primeros estudios en los colegios religiosos Santa Teresita del Niño Jesús y Bautista, para ingresar posteriormente en el Externado de San José, donde en 1953 obtuvo el graduado como bachiller.

Desde muy joven manifestó una acusada conciencia social que le llevó a militar en los movimientos revolucionarios que luchaban por las mejoras sociales en Centroamérica. En 1956, mientras estudiaba Leyes en la Universidad de El Salvador, fue en uno de los miembros fundadores del Círculo Literario Universitario, y en 1957 se desplazó hasta Moscú como delegado salvadoreño en el Sexto Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad. Previamente había estado en Chile para cursar estudios superiores de Jurisprudencia (1953), carrera que complementó en su país natal con la de Ciencias Sociales (1954-1959), y en la Universidad de México con la de Etnología (1961).
Por aquel entonces ya era Roque Dalton una de las voces jóvenes más prometedoras de la poesía hispanoamericana contemporánea. Algunas de sus primeras composiciones habían sido galardonadas en varias ediciones del Premio Centroamericano de Poesía (1956, 1958 y 1959). En 1963, con la publicación de uno de sus mejores poemarios, El turno del ofendido, se consolidó como el poeta salvadoreño más relevante de su tiempo. La obra fue distinguida con una mención honorífica en el certamen Casa de las Américas, certamen que siete años después ganaría con el poemario Taberna y otros lugares (1969).
Su actividad política corría pareja a su dedicación a la creación literaria. Miembro del Partido Comunista Salvadoreño desde 1958, Dalton ya había sido encarcelado en varias ocasiones en su país natal cuando, en 1961, se vio abocado a tomar el camino del exilio. Emprendió entonces un periplo que le llevó a residir y trabajar en Guatemala, México, Checoslovaquia y Cuba, estancias en el extranjero que solía interrumpir con esporádicas visitas a su país natal. Se ganaba la vida con los ensayos y artículos que iba publicando, lo que le permitió viajar también, unas veces por motivos periodísticos y otras por activismo político, a las Repúblicas de Vietnam y Corea, y a numerosos países europeos y sudamericanos.
Por desavenencias con los dirigentes izquierdistas de su país, en 1967 abandonó el Partido Comunista y se mantuvo al margen de su militancia política hasta que, en 1973, regresó a El Salvador para alistarse en las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde tomó el pseudónimo guerrillero de Julio Delfos Marín. Tras colaborar activamente con esta organización clandestina partidaria del enfrentamiento directo y la lucha armada, por oscuras razones que nunca se han llegado a aclarar fue perseguido, juzgado y ejecutado por sus propios compañeros de armas, que abandonaron su cuerpo en un paraje agreste donde fue despedazado y devorado por las fieras. Esta ejecución desencadenó airadas protestas en los círculos intelectuales, especialmente entre los escritores hispanoamericanos, abanderados en su condena por el argentino Julio Cortázar.
La poesía de Roque Dalton, aunque de rasgos coloquiales, se sustentó en la fuerza de las palabras y del ethos implicado en ellas, como en los siguientes versos: "La vida paga sus cuentas con tu sangre / y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor. / Cógele el cuello de una vez, desnúdala, / túmbala y haz de ella tu pelea de fuego, / rellénale la tripa majestuosa, préñala, / ponla a parir cien años por el corazón. / Pero con lindo modo, hermano, / con un gesto propicio a la melancolía". En sus versos subyace un espíritu rebelde que plantea temas de fuerte contenido social, tratados de una manera a veces tierna y a veces irónica y sarcástica, cuyo resultado es de un enorme lirismo.
Sus influencias fueron el surrealismo y las vanguardias europeas en general, la poética conversacional latinoamericana (sobre todo voces como la del chileno Nicanor Parra, que habían traído nuevos aires irónicos a la lírica del continente), la poesía moderna de expresión inglesa, los clásicos en lengua española y algunos poetas contemporáneos, como el guatemalteco Otto René Castillo, el cubano R. Fernández Retamar, el nicaragüense Ernesto Cardenal o el argentino Juan Gelman.
Una parte de su obra ahonda en las aproximaciones entre el relato breve y el poema en prosa, tentativa en la que alcanzó buenos resultados. Un equilibrio entre calidad del lenguaje, ingenio, intelecto, amor humanista y visión política confluyen en sus mejores títulos, como en su célebre Taberna y otros lugares(1969), merecedor del premio Casa de las Américas, tal vez su libro más importante. Antes había publicado La ventana en el rostro (1961), El turno del ofendido (1963), El Mar (1964) y Poemas (1968). Luego publicó los libros Las historias prohibidas de pulgarcito (1975, poesía); y Pobrecito poeta que era yo(1976, novela).
Póstumamente aparecieron algunos títulos inéditos y varias recopilaciones antológicas de sus versos, como Poemas clandestinos (1980), Un libro rojo para Lenin(1986), Un libro levemente odioso (1988), En la humedad del secreto (antología compilada por Rafael Lara Martínez, San Salvador, 1994) y Antología mínima (a cargo de Luis Melgar Brizuela, San José de Costa Rica, 1998). En el campo del ensayo, publicó una monografía titulada El Salvador (1963), un ensayo sobre César Vallejo (1963) y un volumen de testimonios aparecido bajo el epígrafe de Miguel Mármol (1972). Compuso además algunas piezas teatrales, como Caminando y cantando (publicada en 1976) y Los helicópteros (escrita en colaboración con José Napoleón Rodríguez, e impresa en 1980).





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Yo acuso de Pablo Neruda
Discurso conocido como el Yo acuso de Pablo Neruda, en el marco de la publicación de la ley de defensa de la democracia.


A) (Sesión en martes 6 de enero de 1948)
El Presidente consulta a la sala si se acepta o no que se celebre esta sesión especial destinada a oír a Neruda.
El señor Secretario.- Resultado de la votación: 9 votos por la afirmativa, 9 por la negativa, 1 abstención y 2 pareos.
El señor Alessandri Palma (Presidente).- Se va a repetir la votación, pero antes quiero retirarme de la Sala. Considero que esta votación importa una censura a la Mesa y dejo presentada la renuncia al cargo de Presidente del Senado.
El señor Rodríguez de la Sotta.- No ha sido mi ánimo censurar a su Señoría, los hechos son hechos y dejo presentada mi renuncia al Senado.
El señor Neruda.- ¡Esto es lo que deseaban provocar! ¡Totalitarismo! ¡Las órdenes del Gobierno!
El señor Martínez Montt (Presidente).- Se va a repetir la votación.
El señor Neruda.- Señor Presidente, como consta al Senado, por meses he estado guardando rigurosamente un pareo con el Senador señor Maza, quien viaja por diversos países. Los Senadores liberales en este momento no han guardado ninguna consideración para dejarme siquiera defender, como corresponde a un colega. En este caso, autorizado por mi partido, rompo definitivamente el pareo.
El señor Videla.- ¡Falta a un compromiso de honor Su Señoría, votando por su conveniencia!
El señor Contreras Labarca.- ¡No falta a ningún compromiso el señor Neruda! ¡Ustedes quieren acallar la voz de Neruda!
El señor Rodríguez de la Sotta.- Las palabras del señor Senador Neruda, que dan a impedir, me obligan a decir dos breves palabras más.
Yo respeto, como el que más, el sagrado derecho de defensa de cualquier ciudadano, con mucha mayor razón el de un Senador ante sus jueces, que no somos nosotros.
Los jueces del Honorable señor Neruda, en este caso, no están en esta sala; están en el edificio de enfrente, en los Tribunales de Justicia. Allí es donde Su Señoría tiene que hacer su defensa.
El señor Lafertte.- Allá y aquí también, señor Senador.
El señor Guevara.- Y también se defenderá en las calles.
El señor Secretario.- Resultado de la votación: 10 votos por la negativa, 9 por la afirmativa, 1 abstención y 1 pareo.
El señor Martínez Montt (Presidente).- Aprobada la cuestión previa planteada por el Honorable señor Rodríguez de la Sotta.
El señor Neruda.- Entonces, hablaré en la sesión de esta tarde.
El señor Martínez Montt (Presidente).- Se levanta la sesión.
A)(Sesión en martes 6 de enero de 1948)
El señor Neruda.- Pido la palabra, señor Presidente.
El señor Videla (Presidente).- Tiene la palabra Su Señoría.

El señor Neruda.- Vuelvo a ocupar la atención del Senado, en los dramáticos momentos que vive nuestro país, para ocuparme del documento enviado por mí a diversas personalidades americanas en defensa del prestigio de Chile y que hace una rápida historia de nuestro sombrío panorama político.

El Presidente de la República ha dado un paso más en la desenfrenada persecución política que lo hará notable en la triste historia de este tiempo, iniciando una acción ante los Tribunales de Justicia, pidiendo mi desafuero para que, desde este recinto, se deje de escuchar mi crítica a las medidas de represión que formarán el único recuerdo de su paso por la historia de Chile.

Al hablar ante el Honorable Senado en este día, me siento acompañado por un recuerdo de magnitud extraordinaria.

En efecto, en un 6 de enero como éste, el 6 de enero de 1941, un titán de las luchas de la libertad, un Presidente gigantesco, Franklin Delano Roosevelt, dio al mundo el mensaje en que estableció las cuatro libertades, fundamentos del futuro por el cual se luchaba y se desangraba el mundo.
Estas fueron:

1.- Derecho a la libertad de palabra;
2.- Derecho a la libertad de cultos;
3.- Derecho a vivir libres de miseria;
4.- Derecho a vivir libres de temor;

Este fue el mundo prometido por Roosevelt.

Es otro el mundo que desean el Presidente Truman y los también Presidentes Trujillo, Moriñigo, González Videla.

En Chile no hay libertad de palabra, no se vive libre de temor. Centenares de hombres que luchan por que nuestra patria viva libre de miseria son perseguidos, maltratados, ofendidos y condenados.

En este 6 de enero de 1948, siete años justos después de aquella declaración rooseveltiana, soy perseguido por continuar fiel a las altas aspiraciones humanas y he debido sentarme por primera vez ante un tribunal por haber denunciado a la América la violación indigna de esas libertades en el último sitio del mundo en que yo hubiera deseado ocurriera: Chile.

Esta acusación de que se me hace objeto es historia antigua. No hay país, no hay época en que mi caso no tenga ilustres y conocidos antecedentes. ¿Se deberá ello a que en los países se repiten periódicamente los fenómenos de traición y antipatriotismo? No lo creo. Los nombres de los que fueron acusados livianamente son nombres que hoy día todo el mundo respeta; fueron, una vez pasadas la persecución y la perfidia, incluso dirigentes máximos de sus países y sus compatriotas confiaron en su honradez y en su inteligencia para dirigir el destino de sus patrias y ellos llevaron siempre como un timbre de honor, el máximo timbre de honor, la persecución que fueron objeto.

No, la causa debe ser otra. Ella fue estudiada y expuesta en forma lúcida por Guizor, historiador francés monarquista, Ministro de Luis Felipe de Orléans. He aquí lo que dice en su obra De las conspiraciones y la justicia política, página 166:

“¿Qué hará el Gobierno que ve agitarse bajo su mano la sociedad mal administrada? Inhábil para gobernarla, intentará castigarla. El Gobierno no ha sabido realizar sus funciones, emplear sus fuerzas. Entonces, pedirá que otros poderes cumplan una tarea que no es suya, le presten su fuerza para un uso al cual no está destinada. Y como el poder judicial se halla vinculado a la sociedad mucho más íntimamente que cualquier otro, como todo desemboca o puede desembocar en juicios, tal poder tendrá que salir de su esfera legítima para ejercerse en aquélla en que el Gobierno no ha podido bastarse a sí mismo.

En todos aquellos lugares en que la política ha sido falsa, incapaz y mala, se ha requerido a la justicia para que actuara en su lugar, para que se comportara, según motivos procedentes de la esfera del Gobierno y no de las leyes, para que abandonara finalmente su sublime sede y descendiera hasta la palestra de los partidos. ¿En qué se convertiría el despotismo si no gobernara absolutamente a la sociedad, si sólo tolerara alguna resistencia? ¿Adónde iría a parar si no hiciera tolerar su política a los tribunales y nos los tomara como instrumentos? Si no reina en todas partes, no estará seguro en parte alguna. Es por naturaleza tan débil que el menor ataque lo hace peligrar. La presencia del más pequeño derecho lo perturba y amenaza” .

He aquí expuesta por un francés de la primera mitad del siglo pasado la exacta situación del gobierno chileno en el año 1948. He aquí explicado por qué se ha pedido mi desafuero y se me injuria, aprovechando la censura de sur a norte del país por periodistas bien o mal pagados.

Al acusarme de haber herido el prestigio de mi patria por haber publicado en el extranjero la verdad que en mi patria un régimen de facultades extraordinarias y decensura no me permite hacer saber, no se infiere una injuria a mí sino a los más grandes hombres de la humanidad y a los Padres de la Patria. Es curioso verse motejado de antipatriótico por haber hecho lo mismo que hicieron en el extranjero los que nos dieron independencia y echaron las bases de lo que debiera haber sido siempre una nación libre y democrática. Al tachárseme de traidor y antipatriota, ¿no se me dirige acaso la misma acusación que los Osorio, los San Bruno, los Marcó del Pont dirigían contra O’Higgins, contra los Carrera, contra todos los chilenos expatriados en Mendoza o en Buenos Aires, que, después de haber luchado en Rancagua, combatían con la pluma a los invasores que más tarde iban a vencer con espada?

La misma acusación que en mi contra se mueve fue hecha por el Gobierno tiránico de Juan Manuel de Rosas, que se llamaba a sí mismo Ilustre Restaurador de las Leyes. También el tirano pidió al Gobierno de Chile la extradición de Sarmiento para ser juzgado por traición y falta de patriotismo. Tengo a mano un párrafo de la altiva carta que Sarmiento dirigió en esa ocasión al Presidente de Chile. Dice así:

“La conspiración por la palabra, por la prensa, por estudio de las necesidades de nuestro pueblo; la conspiración por el ejemplo y persuasión; la conspiración por los principios y las ideas difundido por la prensa y la enseñanza; esta nueva conspiración será. Excelentísimo Señor, de mi parte, eterna constante, infatigable, de todos los instantes, mientras una gota de sangre bulla en mis venas, mientras un sentimiento moral viva en mi conciencia, mientras la libertad de pensar y de emitir el pensamiento exista en algún ángulo de la tierra” .
Por su parte Juan Bautista Alberdi, también exiliado en nuestra patria, escribía:
“No más tiranos ni tiranías, argentina o extranjera, toda tiranía es infernal y sacrílega: ¿Si el argentino es tirano y tiene ideas retardatarias? Muera el argentino. ¿Si el extranjero es liberal y tiene ideas progresistas? Viva el extranjero” .

Rosas no logró tener en sus manos a Sarmiento ni a Alberdi y, una vez caído el tirano, Sarmiento fue Presidente de su patria.

Podría ser cuento de nunca acabar el citar todos los hombres libres que se vieron obligados a enjuiciar los regímenes tiránicos que sojuzgaban su patria y contra quienes se movió la acusación de traición y antipatriotismo. Victor Hugo, implacable fustigador de Napoleón III desde su destierro de Guernesey; Victor Hugo, el poeta inmenso y el patriota abnegado, fue también acusado de traición por parte de Napoleón, el Pequeño, y sus secuaces, que preparaban para Francia la humillación y la derrota de Sedan.

En Chile, 1868, la propia Corte Suprema y su Presidente, don Manuel Montt, fueron acusados, por razones políticas, ante el Parlamento. La acusación, aceptada por la Cámara de Diputados, no prosperó en el Senado. De esa acusación el jurista señor Larraín Zañartu dice lo siguiente: “Se trata de procesar a un hombre para conseguir la ruina de su partido, de socavar un sólido edificio para aprovechar sus cimientos, de destruir la Constitución para ejercitar una estéril venganza personal” . Las últimas palabras del señor Larraín Zañartu parece que hubieran sido escritas en previsión de lo que ahora sucede.

¿Cómo deberían calificar los que a mí me injurian y procesan, a los apristas peruanos que desde Argentina, Chile y todo el continente revelaron los crímenes de los gobiernos de los señores Leguía, Sánchez Cerro y Benavides? Si fueran lógicos, deberían tratarlos como a mí de traidores, pero en su país no piensan lo mismo, y a uno de ellos lo han designado Vicepresidente del Senado. En cambio, sí que pensaron lo mismo los dictadores atacados.

Y ¿qué decir de Venezuela? El dicterio de traidor que se me aplica fue aplicado con igual razón por Juan Vicente Gómez, Juan Bisonte, contra aquellos que lo combatieron. Y nuevamente nos encontramos con que el pueblo de allá acaba de ungir Presidente electo a uno de ellos, Rómulo Gallegos, amigo mío personal y que sufrió en su tiempo la persecución que ahora sufro. De estos hechos se desprende una lección: los ejemplos de Argentina, de Perú, de Venezuela, de Chile mismo indican que, tarde o temprano, la justicia se abre paso y la justicia impera.

Los hombres que fueron expatriados en tiempos del Gobierno del General Ibañez y desde el extranjero lo combatieron con la palabra y la acción y que fueron denigrados como traidores, fueron después dirigentes estimados en su tierra. Uno de ellos, reelegido Presidente de la República, es ahora Presidente de esta Alta Corporación y, seguramente, se indignaría si alguien sostuviera que, al combatir en el extranjero un régimen que él consideraba tiránico, cometió un delito de lesa patria.

Siempre, tarde o temprano, triunfa la buena causa.

Este hecho indiscutido, esta sensación que hace que el perseguido sienta aun en los momentos del tormento la infinita superioridad que lo distingue de su perseguidor; esa sensación de estar luchando por la buena causa que hizo exclamar a Giordano Bruno al ser condenado a la hoguera: “Estoy más tranquilo en este banquillo que Uds. – y señaló a los jueces eclesiásticos – que me condenáis a muerte” ; esa convicción en una justicia que separa la buena de la mala fe y la causa justa de la injusta, fue expresada por nuestro compatriota Francisco Bilbao en forma magistral durante su proceso. Dijo así:

“Aquí dos nombres: el del acusador y el del acusado. Dos nombres enlazados por la fatalidad de la historia y que rodarán en la historia de mi patria. Entonces veremos, señor Fiscal, cuál de los dos cargará con la bendición de la posteridad. La filosofía también su código y este código es eterno. La filosofía os asigna el nombre de retrógrado. Y bien, innovador, he aquí lo que soy; retrógrado, he aquí los que sois” .

Dice José Victorino Lastarria a este respecto: “El vaticinio no podía dejar de cumplirse, pues los iracundos estallidos de odio de los servidores del antiguo régimen han labrado siempre la gloria futura de sus víctimas y han contribuído al triunfo de la verdad y de la libertad casi con más eficiencia que los esfuerzos de los que la sustentan” . La posteridad honra y glorifica al autor de la Sociabilidad chilena.

Sin embargo, Francisco Bilbao fue condenado bajo los cargos de inmoral, blasfemo, a ver su obra quemada por la mano de verdugo.

No aspiro a méritos ni a recompensa. Pero tengo la certeza absoluta de que, tarde o temprano, más bien temprano que tarde, el inicuo proceso político a que he sido sometido será juzgado como merece y sus inspiradores y perpetradores recibirán el nombre que les corresponde. Pero nadie podrá remediar el daño que se ha causado al país al obligar a los tribunales a abandonar la tarea que les corresponde para librar al Gobierno del resultado de los desaciertos que ha cometido y que no sabe cómo remediar.

Voy a hacerme cargo de las observaciones que mi persona, mi obra y mi actitud en las presentes circunstancias han merecido al Honorable Senador don Miguel Cruchaga Tocornal en la sesión del 23 de diciembre del pasado año. El Honorable señor Cruchaga no es sólo un miembro distinguido de esta Alta Corporación, sino también un ilustre hijo de Chile; su labor de tratadista, de diplomático y de Canciller le han valido una destacada situación en el extranjero. Se cita su nombre como una autoridad indiscutible en materias internacional y se usan sus juicios como argumentos de gran valor y peso. En cuanto a su prestigio en el interior; es inútil que me refiera a él, ya que es de todos conocido. Me bastará recordar que el señor Cruchaga Tocornal, después de haber desempeñado con brillo las altas funciones de Canciller de la República, ocupó, en tiempos difíciles, la presidencia de esta Corporación.

Es por lo tanto, con cierta alarma que noto, en las observaciones que el Honorable Senador me dedicó, falta de claridad no sólo en los juicios, sino también en las bases estrictamente jurídicas de sus argumentaciones, y sentiría que su limpio prestigio de jurista, que jamás debió ser empañado, sufriera los ataques de quién menos se podría esperar: de él mismo, que habría entrado en franca contradicción no sólo con la generosidad y la equidad que debería merecerle un compatriota y colega suyo, no sólo con los principios cristianos que lo obligarían a estudiar, analizar y profundizar un asunto antes de pronunciar sobre su prójimo un juicio de esos que la Biblia llama temerarios; no sólo con la serenidad e imparcialidad que deben presidir la actuación de todo jurisconsulto para no caer en afirmaciones aventuradas, sino, lo que es gravísimo, con lo que él ha sostenido en su tratado universalmente conocido; en una palabra, que se convirtiera, de la noche a la mañana, en el detractor e impugnador de su propia obra, sobre la que descansa su fama de internacionalista.

Pido perdón al Honorable señor Cruchaga y a esta Lta Corporación por estas dudas irreverentes pero, en verdad, no atino a explicar dentro de las normas universalmente conocidas de Derecho Público la grave afirmación en mi contra, emitida por el Honorable señor Cruchaga, cuando dice así: “El Senado ha tenido el triste privilegio de presenciar uno de los hechos más insólitos ocurridos en la historia de Chile. Producido un conflicto diplomático entre la República y un Gobierno extranjero, un miembro de esta Corporación no ha trepidado en volverse contra su propia patria atacando al Ejecutivo y convirtiéndose en ardiente defensor no de Chile, sino justamente de dicho Gobierno extranjero” .

No deseo, por el momento, referirme a la parte personal, apasionada y subjetiva de la frase que he citado. El desagrado que ella pueda causarme, sobre todo por ser aventurada e injusta, es superado por la sensación de malestar que me produce el pensar la cara de asombro y de incredulidad que habrán puesto los admiradores chilenos y extranjeros del señor Cruchaga Tocornal y que aún debe dominarlos.

No es posible - deben pensar - que el sereno y circunspecto tratadista haya abandonado el escrupuloso uso del vocabulario técnico-jurídico para caer en una confusión tan arbitraria y populachera de términos que tiene cada cual un significado preciso; y todo, ¿para qué? Para llegar a una conclusión que no honra a un tratadista.
Florilegio R. Valdivia 


El amor es ciego y la locura lo acompaña"... hermoso, cursi y genial... :)

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento había bostezado por primera vez; la locura como siempre propuso.

Vamos a jugar a los escondidos?

La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad sin poder contenerse pregunto:

¿Y como es eso?
Es el juego - Explico la locura - en que yo me tapo la cara y cuento hasta 1000 y el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El entusiasmo bailo entusiasmado secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía a la que nunca le interesaba nada. Pero todos quisieron participar.
La verdad, prefirió no esconderse ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, y la soberbia opinó que era un juego tonto (En el fondo le molestaba que no hubiera salido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.
1, 2, 3 comenzó a contar.
La primera en esconderse fue la pereza que como siempre se dejo caer tras las piedras del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras el triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir al árbol mas alto.
La generosidad casi no alcanzaba lugar para esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Así termino por acurrucarse en un rallito de sol.
El egoísmo en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo, pero sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arcoiris) y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.
El olvido... se me olvidó donde se escondió el olvido.
Cuando la locura contaba 999 el amor no había encontrado aún un sitio donde esconderse entre las flores.
1000 contó la locura y comenzó a buscar.
La primera fue la pereza a solo tres pasos detrás de una piedra, después se escuchó a la fe discutiendo con dios en el cielo sobre zoología y a la pasión y al deseo los sintió vibrar en los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo.
Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo el solo salió disparado de su escondite que resultó ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago halló la belleza, con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidirse en que lado esconderse.
Así fue hallando a todos.
Al talento entre las hierbas frescas, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arcoiris (mentira, la encontró en el fondo del mar). Hasta el olvido había olvidado que estaba jugando a los escondidos.
Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio, la locura lo buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando iba a darse por vencida divisó un rosal y pensó:
El amor como siempre tan cursi seguro que se escondió entre las rosas.
Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escucho.
Las espinas habían herido los ojos del amor.
La locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, suplicó, pidió perdón y hasta juró ser su lazarillo.
Y entonces.
Desde que por primera vez se jugó en la tierra a los escondidos:
El amor es ciego y la locura lo acompaña.



Fue entonces que apareció el zorro:

- Buen día - dijo el zorro.
- Buen día – respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie.
- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano...
- Quién eres ? – dijo el principito. – Eres muy bonito...
- Soy un zorro – dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo – le propuso el principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
- Ah! perdón – dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
- Qué significa "domesticar" ?
- No eres de aquí – dijo el zorro –, qué buscas ?
- Busco a los hombres – dijo el principito. – Qué significa "domesticar" ?
- Los hombres – dijo el zorro – tienen fusiles y cazan. Es bien molesto ! También crían gallinas. Es su único interés. Buscas gallinas ?
- No – dijo el principito. – Busco amigos. Qué significa "domesticar" ?
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa "crear lazos..."
- Crear lazos ?
- Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...
- Comienzo a entender - dijo el principito. – Hay una flor... creo que me ha domesticado...
- Es posible – dijo el zorro. – En la Tierra se ven todo tipo de cosas...
- Oh! no es en la Tierra – dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
- En otro planeta ?
- Sí.
- Hay cazadores en aquel planeta ?
- No.
- Eso es interesante ! Y gallinas ?
- No.
- Nada es perfecto – suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, mira ! Ves, allá lejos, los campos de trigo ? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. Y eso es triste ! Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado ! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo...
El zorro se calló y miró largamente al principito:
- Por favor... domestícame ! – dijo.
- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, domestícame !

- Qué hay que hacer ? – dijo el principito.

- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente el principito regresó.
- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad ! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.
- Qué es un rito ? – dijo el principito.
- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día maravilloso ! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
- Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.
- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.
- Claro – dijo el zorro.
- Pero vas a llorar ! – dijo el principito.
- Claro – dijo el zorro.
- Entonces no ganas nada !
- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.
Luego agregó:
- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.
El principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...
- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito a fin de recordarlo.